Dólar y comercio.

Ya no tenemos petróleo para compensar las cuentas externas. Sí seguimos teniendo remesas (26 mil millones de dólares al año), turismo (18 mil millones), inversión extranjera directa (entre las dos anteriores). Salen más o menos 26 mil millones para intereses y 4 mil de utilidades de inversiones. Así que no se percibe un problema mayor en las divisas si logramos que nuestro déficit petrolero esté bajo control.

En esto, la depreciación del peso ayuda, pero mucho menos de lo que uno quisiera. Si el dólar es caro, es lo mismo que decir que el peso es barato, de forma que lo que exportamos es mucho más atractivo para los compradores de otras partes del mundo. Por ejemplo, en turismo, en donde exportamos el servicio a los turistas que nos visitan y que ahora pueden hacerlo por mucho menos dinero. Y sí hay un impacto interesante en eso.

Algo similar ocurre con los productos agropecuarios, que pueden ahora venderse más baratos (en dólares), incluso vendiendo más caro (en pesos). Aunque algunos productos no se afectan por el tipo de cambio, ya que su precio se fija internacionalmente, muchos otros sí están aprovechando la depreciación. En los últimos tres años, en los que pasamos de 14 a 20 pesos por dólar, las exportaciones de productos agropecuarios crecieron en casi 30%, mientras que las importaciones se contrajeron 10%. El efecto neto es un gran crecimiento en la balanza comercial agropecuaria. En 2013 tuvimos un déficit de poco más de mil millones de dólares (en 2012 de más de 2 mil). El año pasado va a cerrar con más de 3,500 millones de dólares a favor.

Pero la gran mayoría de nuestro comercio exterior no responde igual al tipo de cambio. Se trata de lo que los expertos llaman comercio intraindustrial, o incluso intrafirma. Es decir, una empresa divide su producción entre México y Estados Unidos, de forma que el comercio exterior que registra ocurre todo dentro de ella: viene un motor de Estados Unidos, sale un chasis de México, y todo ello en la misma empresa.

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